jueves, 30 de septiembre de 2010

Azul-Chagall




Estos días, duros, secos, me hago algunas preguntas a las que no sé contestar: no dudo de que tengo una estrella, que brilla día y noche, pero me pregunto si en el cielo será posible amarnos; ¿estoy abocado a quedarme a este lado del río para siempre? ¿en un prado verde en el que nada florezca? ¿tendré que negarle al barquero cualquier invitación a cruzar la laguna muerta de mi felicidad? De repente, un ángel hace su aparición, y me susurra al oído: el amor sobrevuela vuestras almas como los personajes chagalianos se elevan por encima de los tejados de las aldeas a través de un cielo azul de infinita belleza.

P.S. Marc Chagall, Couple dans le paysage bleu (1969-1971)

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Purgatorio, de Raúl Zurita

He releído estos días, muy despacio, Purgatorio de Raul Zurita, recién publicado en España por Visor (el libro es del año 79, y desconozco si existen o no ediciones españolas anteriores a esta de 2010; yo tenía una chilena, muy fea, que me regaló mi amigo Aníbal Larraín, asegurándome que se trataba del mejor poeta chileno del siglo XX). Desde entonces, lo he leído, y me sé de memoria algunos pasajes del poemario: sin entender nada, claro está. Espero que un día, cuando menos me lo espere, acaso cuando yo mismo me encuentre metido de lleno en ese estado intermedio aludido por el título, esas palabras, que me fascinan, se me abran y me entreguen un mensaje que yo sé positivamente que esconden. Resulta difícil entender a Zurita. Pero no imposible. Y por eso me gusta. Me pone a prueba, no tanto intelectualmente, más bien una prueba moral y psicológica. Pero no me separo del libro, ahora aún menos, el pequeño volumen negro de Visor, facilitará las cosas, se lleva muy bien en un bolsillo, como una filactelia, y me recuerda a lo bruto un puñado de verdades sobre la vida (y la muerte). Ahí va una: LA NOCHE ES EL MANICOMIO DE LAS PLANTAS.

lunes, 27 de septiembre de 2010

domingo, 26 de septiembre de 2010

De nuevo sobre el conde Tolstói

Acabo de leer un libro precioso: Sobre mi padre, de Tatiana Tolstói, Nortesur, 2010. Se trata del relato que hace la hija del escritor del episodio final de la vida de Tolstói: de su muerte, fuera de casa, en la estación de tren de Astapovo. Aquello que, en el título del magnífico libro de Alberto Cavallari, se denominó la fuga de Tolstói. Yo he procurado leer cuanto he podido sobre un hecho desconcertante y misterioso, y me faltaba este testimonio esencial; dicho sea de paso, me parece que está entre lo mejor que se ha escrito sobre el caso.
León Tolstói vivió casado casi cincuenta años con Sofía Tolstói, née Bers. Tuvieron trece hijos en común. Lo compartieron todo a fondo, pero acaso, como apunta Kafka en una carta, más que desgraciado, su matrimonio fue prematuro, contraído por personas que no estaban aún maduras, que con el enlace habían detenido su desarrollo personal, gentes que habían sido recogidas prematuramente del árbol, antes de la recolección. No lo sé. ¿Es que alguien en la historia humana ha podido escapar a una descripción de los hechos como la que hace Kafka en dicha carta? En todo caso resulta misterioso que un hombre viva toda una vida con una persona a la que ama y que, en el momento de la muerte, huya de ella y quiera morir solo y a la intemperie. Naturalmente, y es el gran acierto en el diagnóstico de la hija del novelista, el final no fue sino el desenlace inevitable de un desencuentro lentamente larvado. Desde el mismo inicio de su unión. Para empezar, Sofía, que se casó con dieciocho virginales años, nunca aceptó el tormentoso pasado de su marido. Corroída por unos celos restrospectivos, no llegó a asumir esta dimensión. Desde ese momento el desarrollo de la pareja fue desigual, tenso e incierto. El libro, sumamente prudente, responde no obstante a la otra parte del misterio Tolstói: ¿por qué, si la cosa acabó así, no había explotado antes, en todas aquellas décadas de convivencia insatisfactoria para ambos? La respuesta no es sencilla, y tampoco yo pretendo destripar este bellísimo relato, pero tras la lectura pienso que en realidad se amaban. Que a pesar de todo se amaban mucho, y que su relación, humana e imperfecta, estaba tocada por la gracia.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Fotoperiodismo (nueva sección en HH)


"Liberté, j´écris ton nom!"(Paul Eluard)


miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Cardenal Newman

Una vez más la vieja España, cerrada sobre sus inmensas pequeñeces, me sorprende: no he encontrado, en un solo medio nacional, artículo alguno sobre la significación del Cardenal Newman, y de su Beatificación en el Acto de Birmingham, al final del reciente viaje del Papa a Escocia e Inglaterra. De la so called progresía no esperaba nada al respecto (si al sectarismo le sumamos el desconocimiento, el resultado no puede ser otro que el de despreciar lo que se ignora), pero de los liberales (¿los hay?) o de los católicos que escriben, algunos en tribunas muy altas (normalmente para protestar por todo), hubiera cabido esperar algo más. ¿O no? Newman es para mí un padre espiritual, alguien a quien me vinculé de por vida desde mi más tierna adolescencia, acaso uno de los más intensamente cercanos. Hablé de él, de una anécdota de las miles que se podían contar, hace meses. Newman, el de la prosa "cloistral and silverveined", en palabras de James Joyce (The portrait…), es uno de los grandes místicos de todos los tiempos. Místico, por la altura y la hondura de su percepción de lo sobrenatural (os recomiendo por ejemplo la lectura de un texto titulado El mundo invisible), pero con una cabeza y un discurso racional admirado por todos los que lo han estudiado a fondo, de Borges a George Gusdorf, del propio Joyce o Hopkins a Mandiargues. No hay sitio aquí, ni en mil entradas más, para trazar su semblanza. En la biblioteca de la universidad tenemos sus más de cien volúmenes publicados, y yo acudo a ellos en los malos momentos, los hojeo cuando estoy melancólico, para encontrarme de lleno con el mundo de la razón y del espíritu. Me basta ahora con recordar su papel como defensor de la conciencia individual, en un tiempo relativista en el que reinaba en Occidente la más funesta confusión entre lo político y lo privado (a los horrores totalitarios posteriores me remito). "Si algún Papa hablara en contra de la Conciencia, en el sentido auténtico de la palabra, estaría cometiendo un acto suicida. Ese Papa estaría cortándose la hierba debajo de los pies. La autoridad teórica del Papa, lo mismo que su poder en la práctica, se fundamentan en la Ley de la Conciencia y en su sacralidad. La historia juzgará si este o aquél Papa concreto, en este malvado mundo, tuvo siempre presente esta gran verdad en lo que hizo" ( Carta al Duque de Norfolk). Y, ¿qué entiende Newman por la Ley de la Conciencia? Exactamente lo mismo que entendió Abraham, antes y durante el famoso sacrificio, Antígona (Sófoclés), Agustín de Hipona, Tomás Moro o el maestro Eckhart: LA VOZ DE DIOS EN EL CORAZON DEL HOMBRE. Lo más sagrado que hay, lo que Dios nos dice a cada uno. No lo que nosotros nos decimos, sacralizado más tarde por nuestra conveniencia de parte (ahí está el origen de la autonomía moral radical, la que han predicado todos los que han llevado y aún llevarán a este mundo por el camino de la amargura). No. Lo que Dios nos dice en el hondón del alma. Eso es lo que defendió Newman a muerte, en línea con la gran tradición, subjetivista y realista a un tiempo, de la cultura europea.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Rehab (Whinehouse/The Jolly Boys)

Este grupo de amigos octogenarios llevaban cincuenta años tocando juntos en locales de Jamaica. Un buen día, un productor los escuchó y, entusiasmado, les propuso grabar un disco de versiones y hacer una gira por Europa. Les faltó tiempo. Los encuentro geniales. Dan ganas, al escucharlos, de cantar y bailar. ¡Viva la vida, a pesar de todo!

sábado, 18 de septiembre de 2010

Perder teorías (de Enrique Vila-Matas)

A las cinco notas de la Teoría general de la novela (futura) que E V-M esboza en su nueva entrega (Perder teorías, Seix Barral, 2010), y que se aplican perfectamente a su propio quehacer narrativo, yo añadiría otras, que por lo demás se me hacen bien presentes en lo más destacado de la literatura actual: 1. El carácter metadiscursivo (si la "intertextualidad" es la sintaxis, la especulación indirecta sobre la literatura, dentro de la literatura, sería la gramática, algo previo a la sintaxis, un eje morfológico anterior y aún más fijo). 2. Aunque, ça va de soi, el segundo elemento (el retórico) es, cada vez más, y por muy manoseado que esté el asunto, la autoficción (nada escapa a esta dimensión, algo laberíntica, autobiográfica, límite en su caso particular). 3. Se trataría de encontrar, en tercer lugar, y es algo muy importante, una literatura internacional y nómada, de raíces, sustancia y proyección europea, y eso en el plano lógico, simbólico, ontológico y moral. 4. El cuidado de la lengua, el perfeccionamiento progresivo y palpable en cada texto, me parece de por sí un rasgo sobresaliente de la literatura futura (no lo digo sólo por ello, pero qué hermoso ese "el tiempo se escandía y alargaba", p. 10, en este relato; escandir, palabra latina que viene del campo semántico de la métrica, otra conexión con la poesía, con la alta y con la popular también). 5. Al realismo, al que alude en un prólogo brillante Liz Themerson, levantando una liebre que no obstante siempre termina por escaparsele al cazador estrábico, yo yuxtapondría el término racionalismo, no tanto en el sentido descartiano, sino más bien en el de Montaigne, que era mucho más escolástico que su compadre pensante. Ratio, en la vieja escuela que V-M recupera, significa vivir en el mundo real, de conformidad con la verdad de las cosas reales. O sea, con nuestra capacidad de aprehender el mundo y su misterio, empezando por el mundo propio, de imaginarlo, capacidad siempre limitada, limitada hasta el llanto babilónico por la pérdida. Serán cenizas, pero tendrán sentido… No hay paso del mito al logos, sino del mito a los mitos en plural. V-M propone el suyo, y si no te gusta, procura reinventarte otro. Con gestos elegantes, siempre con gestos elegantes y medidos. Al final, todos los caminos llevan a Roma.

P.S. Por si alguno se despista, que conste: ESTO NO ES UNA RESEÑA

jueves, 16 de septiembre de 2010

Los libros y el tiempo

Busco una librería en la que, junto al libro, te vendan el tiempo y la paz necesaria para leerlo.

martes, 14 de septiembre de 2010

El arte del grabado

Llega a mis manos un pequeño catálogo titulado De Durero a Morandi, que presenta una exposición de grabados de la Colección William Cuendet, organizada por la Fundación "La Caixa". Intento enterarme de dónde se expone, pero no lo consigo, ni en el catálogo ni en la página web de la fundación. Se trata de una exposición hermosa y pequeña, itinerante, y parece ser que hasta el día 12 de este mes de septiembre ha permanecido abierta en Gijón. La colección Cuendet, que era un pastor suizo que comenzó hace cien años a reunir grabados, sobre todo de tema religioso, tiene verdaderas joyas (de Durero y Rembrandt a Corot, Bonnard o Morandi). Entre ellas destaca una estampación de la Melancolía de Durero, grabada a buril en 1514. En el texto del catálogo, Florian Rodari y Catherine McCready, establecen un paralelismo entre la estampación artística y el arte de la escritura. El grabado es un arte en dos tiempos (inscripción en la matriz y estampación propiamente dicha), y reclama del artista, especialmente en la talla dulce, la previsión de los efectos que producirá la tinta que penetra en cada uno de los huecos abiertos a buril. Esta reflexión imprescindible, esta mirada disociada inicialmente del producto final, aproxima el arte del grabado al de la escritura (salvo que la escritura contenga, como ocurre en muchos casos, y no precisamente en los peores, buenas dosis de automatismo). Los autores van más allá al afirmar que el grabador (como el escritor cuando corrige, añade o matiza) tiene el privilegio de poder contemplar, en los sucesivos intentos de estampar, los progresos de su trabajo artístico. "Como tiene que prever la inversión de tema, calcular los efectos de las estructuras escogidas y combinar la profundidad de las tallas, el grabador es constantemente presa de la especulación. En estas condiciones, no es de extrañar que uno de sus temas favoritos sea el memento mori, la meditación sobre el paso del tiempo o de la luz, y que en sus composiciones evoque tan a menudo la ruina de las construcciones o la fragilidad de las cosas". Interesante asociación de ideas. Cómo no aplicarla también al famoso grabado de Durero. ¿Hay mayor vanitas que la expresión absoluta de melancolía que encierra el famoso grabado? Puestos a contagiarse de los efectos psicológicos del tempus fugit, la melancolía es la verdadera cifra. Qué bien lo sabía mi amado Nerval, que conocía el grabago en cuestión por la reproducción del primer número de la revista Le Carrousel de 1836 y que escribió estos versos inmortales y consoladores:

Je suis le Ténébreux, –le Veuf, –l´Inconsolé,
Le Prince d´Áquitaine à la Tour abolie:
Ma seule Étoile est morte, –et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie…

¡Qué cosas!

domingo, 12 de septiembre de 2010

Fin de verano

Entre los papeles viejos de la biblioteca, que encuentro en algunos libros, he recuperado otro artículo de Marías, que me viene como anillo al dedo. Se titula Fin de verano, y dice cosas tan profundamente sensatas como éstas: "Pasado agosto, conclusas las vacaciones, queda un mes de transición, en que la actividad no es plena, en que se prepara la etapa que ya está cercana. ¿Se prepara? No estoy seguro. Sería el momento de hacer balances, de intentar averiguar dónde se está, con qué se puede contar, qué se puede hacer. Todas estas actividades se pueden resumir en un verbo poco usado, al que se le conceden largas vacaciones todo el año: pensar. Cada vez me asombra más la escasez de pensamiento que se observa en todas las dimensiones de la vida, desde la convivencia personal hasta la política o las disciplinas intelectuales (…). Cada vez doy más valor al deseo, del que brota casi todo en la vida humana; si se combina con el pensamiento, con la razón –tan olvidada– el resultado es la salud vital, biográfica más que biológica. Convendría ajustar cuentas con uno mismo al final del verano, antes de entrar en la seriedad que pertenece siempre a la vida, y que la hace valiosa y respetable. (…). La operación que estoy proponiendo, que me parece indispensable, requiere algún tiempo. Hay que hacer memoria, dejar que las impresiones se sumen en nuestra mente, no se vayan aboliendo a medida que han acontecido (…). Si cada uno de nosotros aprovechara este fin de verano, todavía apacible, con ese mínimo de holgura sin la cual no se puede hacer nada interesante, para prepararse para el curso que se avecina, sentiría una confianza mayor, podría llegar a eso que el hombre necesita para respirar: entusiasmo". Puede que ahora, al menos para los universitarios, esto ya no sea tan fácil. Bolonia ha adelantado un mes el curso del tiempo, tal y como lo veníamos viviendo hasta ahora. Sin apenas darnos cuenta, nos hemos encontrado metidos en una actividad plena. Pero, con un poco de inteligencia y de ganas, yendo al ralentí si hace falta, creo que las palabras del viejo maestro deben aplicarse; yo pienso dedicar no pocas horas a no hacer nada, aparentemente. El pensamiento de Marías sigue plenamente vigente. Tiene el sello de la positividad moral. Algo que siempre hace falta.

sábado, 11 de septiembre de 2010

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Magris y el mito de Praga

To M.M. our mutual friend, on her birthday.

Cuando Claudio Magris, en el espléndido ensayo que dedica a los escritores alemanes de la ciudad de Praga (en su nueva obra, Alfabetos, Anagrama, 2010), afirma que "la escritura es una esencia de la realidad que puede prescindir de la realidad, que puede sustituir a lo que no existe y representar una ausencia, obligar a la realidad o la naturaleza ausentes a presentarse en su inaferrablidad", recoge el núcleo de una reflexión sistemática que en su caso dura ya cerca de medio siglo. Si algo ha sabido siempre el escritor de Trieste abordar, atrapar, desgranar, en sus magníficos ensayos, es la sutil relación que se produce, en la creación literaria, entre realidad e irrealidad. La alta dosis de la última que reclama y absorbe la primera. Toda creación auténtica, podría decir Magris, debe de ser creación ex nihilo, al menos en el sentido de que, como ocurre con la entera realidad, el arte cobra mayor consistencia cuanto más surge del fondo mismo de lo que no es. Me dijo una vez un psiquiatra amigo que los enfermos, en ocasiones, se recuperan mejor de una crisis cuanto más fuerte y extrema sea ésta; con el dolor y el espanto se puede dejar atrás hasta el último resto de lo que ya no será más. Se trata de las formas diversas del gran oxímoron: para construir algo duradero hay que partir de la ruptura y la fugacidad, de la radical abolición de las raíces, siempre insuficientemente fundantes, de las cosas del mundo. Claudio Magris ha estudiado, durante décadas, la fertilidad del mito literario habsbúrgico. Lo hizo de frente en su tesis doctoral, y más tarde en su insuperado trabajo sobre la literatura hebraico-oriental. Por eso, al hojear hoy por la mañana este último volumen de ensayos, y encontrarme con cuarenta páginas dedicadas al mito (literario) de Praga, no me he resistido a leerlo del tirón. El resultado es espectacular, si tenemos en cuenta que al estudio y al sistema se suman ahora una sabiduría incrementada con los años y el oficio, un manejo certero de las difíciles armas del ensayo. Me asombra lo que sabe Magris, pero mucho más aún me asombra el modo en el que presenta lo que sabe. En este caso, articula como si fuera cosa fácil un sinfín de planos (desde el periodístico al psicoanalítico, pasando por el social y el político), y los dispone al servicio del esclarecimiento de una cuestión sumamente difícil, amplia y compleja. Cuanto hay en Magris de la vieja escuela sociocrítica de Lucien Goldmann, pero de que modo tan apabullante supera incluso a aquel viejo maestro. Voy a poner un ejemplo cercano. Es como si alguien, ahora, o dentro de cincuenta o cien años, pudiera explicarnos, de manera verosímil, los rasgos generales de los escritores catalanes en lengua castellana de los siglos XX y XXI. Para apenas rozar algo así, sin hacer el ridículo, sería imprescindible integrar las raíces histórico-culturales de las generaciones anteriores al modernismo, presentar la miríada de pulsiones políticas que les han influido y oprimido a los autores más destacados, especialmente las tensiones nacionalistas de signo opuesto, habría que enmarcar las diversas creaciones en la trayectoria histórica real de un pueblo y una ciudadanía, con los sucesivos cambios, transformaciones y rupturas, dirimir la influencia de instituciones como la Iglesia Católica, repensar los procesos sociales y migratorios, ajustar cuentas con las interacciones del costumbrismo y con las diversas formas de la vida íntima de las gentes… ¿Verdad que no sería fácil hacer que algo así fuera útil y legible? Pues por eso me admira, hasta el gozo intelectual, poder contemplar como lo construye él, con la máxima pulcritud y sencillez, para el caso de ese foco de creación artística que fue Praga, y todo en apenas medio centenar de páginas.

lunes, 6 de septiembre de 2010

domingo, 5 de septiembre de 2010

Notas para un diario 173 (Transparencia)



El viejo Marías hablaba, en un artículo precioso que guardo como oro en paño, de la experiencia, rara, íntima, recóndita, de "vivir en transparencia" con alguna persona. "Consiste en que uno pueda abrirse a otra persona, descubrir su verdad, sin ocultamientos, sin temor a nada que no se quiera compartir; y al mismo tiempo penetrar en la intimidad de la otra persona, igualmente abierta, sentir que se toca el fondo de su realidad, que se sabe quién es, se alcanza a convivir con el fondo mismo de ese como tal. Es la forma suprema de esa realidad vista casi siempre trivialmente: la confianza que se articula en una doble versión: confianza en alguien y confianza con alguien". Vivir en transparencia con otro es difícil, casi parece imposible, pero a veces ocurre. Y esa experiencia, que tiene que ver con el sentido de la vida, con el sens intime que primero recibimos y después otorgamos a las cosas del mundo, cuando se produce, es capaz de reconstituir una entera existencia. ¿Se trata, sin más, del amor? Sí, y no. Sí, porque cuando se alcanza esa apertura y esa entrega de nuestro ser a otro, hasta el extremo de la transparencia, podemos decir bien alto que amamos a alguien: Salinas dijo que quería morirse/en la alta confianza/de que este vivir mío no era sólo/mi vivir: era el nuestro. Y que me vive/otro ser por detrás de la no muerte. Pero, cuántos amores hay en la vida (no sólo con personas concretas, también ocurre con frecuencia en la relación que mantenemos con Dios) en los que, amando con todas nuestras fuerzas, no alcanzamos ni por asomo la transparencia. Suele ser un problema de sensibilidad (sentido y sensibilidad, una vez más), un problema afectivo la mayor parte de las veces, el obstáculo, denso y oscuro, que nos impide siquiera intuir las más grande aventura de la vida. ¿Cuánta literatura del mundo nace como un consuelo ante la imposibilidad de vivir, en acto, esta experiencia? ¿Cuánta, y es la mejor, refleja, siquiera pálidamente, la transparencia?

viernes, 3 de septiembre de 2010

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Notas para un diario 172

Comienza el curso académico. Y con él el estudio, las ilusiones, los proyectos que habían quedado a un lado, por unas pocas semanas. Mi principal objetivo para este tiempo que se abre de nuevo sigue siendo el de ordenar mi biblioteca. Significa tantas cosas eso. Lo significa todo, en realidad. No sé donde quedará ubicado este cuaderno a partir de ahora. No creo que se mantenga mucho tiempo sobre mi escritorio, pero aún no lo sé seguro. Todo es una cuestión de medir bien los tiempos. Hay tanto que hacer, tantas cosas a las que atender, de una vez. Paula me está ayudando, con su habitual perspicacia, a poner cada cosa en su sitio. Ayer, en ese afán de ordenar, leía un bello poema de George Trakl. Se llama Edades de la vida: "Más espirituales lucen las rosas/silvestres en la valla del jardín/¡Oh alma silente!//En frescos pámpanos pace/el sol cristalino;/¡Oh santa pureza!//Ofrece un anciano con nobles/manos maduras frutos./¡Oh mirada del amor!". Es un poema póstumo, de los años 1912/1914. Una época dura para él. Emocionante, integrador, pacífico, heroico. Con esa paz que nace de la lucha contra uno mismo, o al menos contra aquello que nos hace más pequeños y mezquinos. Siempre me ha impresionado, en Trakl, la tensión entre expresión poética y la alusión constante al silencio del alma. Eso es lo que yo busco en la biblioteca de mi casa, y casi es el único lugar en el que lo encuentro: el silencio necesario para que surja la palabra.